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5/8/10

¿Y los ciudadanos?

Imagen del sitio VoltaireNet

Pensar y (peor aún) expresar que el Periodismo es un "oficio" fomenta la añeja y constante indefensión de los Profesionistas que hemos ejercido esta actividad como eso: Como Profesión. Oficios y muy respetables son los que se desempeñan arreglando zapatos o tuberías, o fungiendo como digno jardinero o florista.

En la prensa internacional, al menos en los 14 años que trabajé para la Agence France Presse, Nunca escuché a alguien decir que el Periodismo era un oficio. Sólo en este país paternalista y hegemónico, durante 71 años, e incipientemente democrático (en la última década) se considera al Periodista como un "oficiante", lo que para mi resulta como ser menor de edad.

Todos sabemos que el medio es el mensaje, basta ya de ofendernos, quien ejerza el periodismo como un oficio lo hace así, en minúsculas, cometiendo errores básicos no sólo de la Profesión, sino mostrando con ello una gran deficiencia educativa y cultural, nada extraño por cierto en un país como México.

En contraste, ya son varias las generaciones de Periodistas que nos alejamos del tan llevado y traído concepto del "oficio", y de igual forma, somos muchos los que hicimos la distinción entre el ignorante con poder (adquirido con un micrófono, imagen o pluma) y el Profesionista íntegro que puede plantarle cara al Estado corrupto en el que vivimos.

Desde mi perspectiva, hoy la discusión no debería ser la forma en que las instituciones de seguridad deben proteger a los periodistas (con mayúscula y minúscula), si la profesión está en riesgo es porque en general Todos los ciudadanos lo están: ese es el origen del problema y no precisamente los actos intimidatorios (y reprochables) de la delincuencia organizada.

Lo que sucede con la prensa sólo es un reflejo de la violencia generalizada que se padece constantemente en la sociedad, y pongo un ejemplo trillado pero cierto: En México ocho de cada 10 delitos quedan impunes, no importa quienes sean los perpetradores de la conducta ilícita y mucho menos quien es o a qué se dedica la víctima.

La prensa sólo estará a salvo cuando esto cambie, es decir, cuando se proteja verdaderamente a los ciudadanos y se acabe en serio con la impunidad, castigándose a los delincuentes, sean estos organizados, individuales o miembros de las instituciones del Estado o de la iniciativa privada.

No hay que olvidar que el Ejército ha asesinado a inocentes al igual que el narcotráfico, y vale la comparación entre uno y otro porque a mí no me importa la cantidad de caídos que ni la deben ni la temen, sino el hecho de que uno, diez, cien o 28 mil perdieron la vida y no hay castigo para los responsables.

Tampoco tengo amnesia con respecto a las ilegalidades de los empresarios, incluyendo aquellos propietarios de medios de comunicación. Si en México se evaden impuestos, se pagan malos salarios y se despide injustamente a cualquier trabajador, como los Periodistas, es porque los señores del dinero pueden, porque en los hechos la Ley Federal del Trabajo, como el Código Penal, el Fiscal o los ordenamientos Civiles, son sólo un mito con el que se adereza la impunidad.

También quedan sin castigo los malos manejos del presupuesto público, la corrupción dentro del Poder Judicial, la clonación de tarjetas de crédito y hasta las muertes por atropellamiento, sin olvidar por supuesto que en este país, impunemente, se nos ofrece un lento servicio de Internet o de telefonía móvil a un precio superior al que cobra France Telecom en París.

No abundaré expresando más ejemplos, todos tenemos alguna experiencia como víctimas, conscientes eso sí, de que nuestros victimarios andan por la calle sin preocupación alguna. No importa si somos profesionistas de la prensa o simples alfareros, todos estamos sufriendo por igual la sangrienta degradación de la sociedad mexicana.

Por eso, insisto, la discusión sobre la seguridad de los periodistas es como el árbol que no nos deja ver el bosque completo. Es cierto, yo quiero que los trabajadores de los medios de comunicación gocen de todas las garantías de legalidad existentes en las normas nacionales e internacionales, pero deseo con más fervor que los ciudadanos todos, accedamos a eso que hoy parece un privilegio.

Prefiero el Nosotros social, desde la perspectiva ética del Profesionista del periodismo, y no el sectario y revuelto río del "oficio", en el que pretenden hablarnos -como iguales- muchos de los responsables, por acción u omisión, de la impunidad que lacera a este país.