20/7/08

Guerra sucia contra Obama

Para ganar la Casa Blanca en las elecciones del próximo noviembre, el virtual candidato demócrata, Barack Obama, no solo tendrá que convencer al electorado que su propuesta política es mejor que la de su contrincante republicano, John McCain; también deberá dedicar buena parte de su campaña a luchar contra una guerra sucia que, con medias verdades y francas mentiras, ha ayudado a distorsionar la imagen del primer candidato presidencial afroamericano de Estados Unidos.

Debido a que nació hace 46 años en Hawai, a Obama se le acusa de no ser del todo estadounidense; por ser hijo de un keniano, y por llamarse Barack Hussein, se ha extendido la errónea versión de que es musulmán, al tiempo que amplios sectores, incluso dentro del mismo Partido Demócrata, temen que bajo su mando Estados Unidos se aleje de Israel y fortalezca sus vínculos con las naciones islámicas.

Esos son sólo algunos de los falaces y conservadores argumentos con los que se pretende estigmatizar al senador demócrata por Illinois. Por eso sorprendió que la tradicionalmente liberal revista The New Yorker exhibiera hace una semana en su portada una caricatura en la que Obama viste chilaba y turbante musulmán, y su esposa simula ser un terrorista, ante un cuadro de Osama Bin Laden, mientras se quema en la chimenea la bandera estadounidense.

La imagen intentaba burlarse de la “política del miedo” que difunden contra Obama los sectores más conservadores, aunque en los hechos, lejos de esa ironía, The New Yorker consiguió unirse a todos aquellos que creen que el candidato demócrata es amigo de los enemigos de Estados Unidos.

¿Y la ironía?

La revista, famosa desde su fundación en 1925 por su ácido, irreverente y sofisticado humor, “podrá decir que la portada es una sátira de cómo los críticos de la ultraderecha han tratado de caracterizar al senador Obama”, aunque la mayoría de los lectores consideran la portada “insultante y de mal gusto”, se quejó Bill Burton, portavoz de la campaña del aspirante presidencial demócrata.

De su lado, el director editorial de la publicación, David Remnick, intentó justificarse con el argumento de que la caricatura del matrimonio Obama quería satirizar las “tácticas de miedo y desinformación utilizadas en la campaña electoral” estadounidense.

La portada de la revista, a cargo del dibujante Barry Blitt, “combina una serie de imágenes que han sido propagadas para criticar a Obama por su falta de patriotismo o por su falta de experiencia en la lucha contra el terrorismo”, añadió Remnick.

Sin embargo, el efecto inmediato fue el contrario: la caricatura de Barack Obama y su esposa Michelle en The New Yorker no es irónica, no proyecta ningún tipo de sátira, salvo aquella en la que se enfatizan los rasgos afroamericanos de la pareja, al tiempo que se les muestra como unos apátridas más cercanos a los autores del ataque a las torres gemelas que al elector estadounidense promedio.

Adicionalmente, la publicación apareció justo cuando Obama anunció que realizaría una gira por el Medio Oriente, y a unos cuantos días de que se dieran a conocer los resultados de una encuesta en la que el republicano John MacCain acortó la ventaja que le llevaba el demócrata.

Según la revista Newsweek, McCain cuenta con 41% de las preferencias electorales, mientras que Obama se ve favorecido con el 44%. Esto significa que el candidato conservador avanzó cinco puntos, mientras que el demócrata bajó siete, considerando la anterior medición realizada por el semanario, el 20 de junio, cuando Barack Obama contaba con el 51% de la intención del voto, mientras que su rival tenía solo el 36%.

Afroamericanos en contra

La prensa estadounidense considera que McCain ha avanzado porque Obama está siendo castigado tras variar su posición en temas tan importantes como la guerra de Irak o la pena de muerte.

Así mismo, poco antes de la aparición del polémico número de The New Yorker, se hicieron públicas las desavenencias entre Obama y el reverendo Jesse Jackson, quien considera que el virtual candidato demócrata trata de manera condescendiente a los afroamericanos.

En una entrevista con la cadena de noticias Fox, abiertamente identificada con la actual política conservadora de la Casa Blanca, Jackson dijo por error que quería castrar a Barack Obama. Se trató de una ofensiva expresión realizada cuando el líder religioso aparentemente ignoraba que los micrófonos no habían sido desconectados.

Aunque Jesse Jackson posteriormente pidió disculpas al demócrata y aseguró que apoya su intención de llegar a la presidencia de Estados Unidos, para el público quedó claro que Obama también tiene que remontar la desconfianza de los afroamericanos, un sector cuyo perfil promedio no es precisamente el del egresado de la escuela de leyes de Harvard, como ostenta la hoja de vida del aspirante presidencial.

Luz al final del tunel

Para nadie es un secreto que Estados Unidos está atravesando uno de los momentos más oscuros de su historia: la creciente corrupción, las fallas en el sistema electoral que le dieron una dudosa victoria a George W. Bush en su primera nominación, y la anuencia de los ciudadanos para que se limiten algunas libertades bajo el pretexto de combatir el terrorismo, expresan parte de la debacle política y social que padece esa nación.

A todo esto es a lo que se enfrenta Barack Obama, el candidato que promete renovar las estructuras de la vieja democracia estadounidense, aunque ello implique exhibir cierto oportunismo, pues como todos los políticos, el demócrata adapta su discurso según la audiencia que le escucha.

Sin duda, a partir de la polémica portada de The New Yorker, inició formalmente la temporada de golpes bajos en las elecciones de Estados Unidos. Para la publicación, la caricatura del Obama musulmán significa un lamentable error que le costará perder parte de su prestigio liberal y algunos lectores. Pero para el aspirante presidencial demócrata este escándalo es la fiel expresión de que los conservadores estadounidenses están dispuestos a jugarse el todo o nada con tal de mantenerse en las lucrativas esferas del poder.

Publicado en la Revista Cambio

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